Plan General de Desarrollo de la Ciudad de México
Ciudad de derechos y derecho a la Ciudad
2.1. Diagnóstico
La Ciudad de México es la entidad federativa con el mayor nivel de ingreso promedio por habitante en el país. Su producto interno bruto per cápita es 2.5 veces mayor al promedio nacional y aventaja en más de 40% a la entidad ubicada en el segundo lugar. La tasa de crecimiento del PIB de la Ciudad de México, desde inicios de este siglo, es superior a la tasa de crecimiento nacional y se cuenta entre las seis entidades más dinámicas.
El desempeño económico de la Ciudad de México tiene su origen en las ventajas que ofrece para sectores de alto valor agregado por trabajador: cuenta con una fuerza de trabajo que tiene, en promedio, 12 años de educación formal y una vasta disponibilidad de educación superior. Esto ha facilitado el crecimiento de industrias vinculadas a las tecnologías de la información y creación de software, la comunicación, el diseño, la industria del entretenimiento, la gastronomía, las artes y la cultura, todos estos sectores están al día con los desarrollos de punta a nivel internacional. Cuenta también con numerosos grupos de investigadores en ciencias y desarrollo tecnológico. Concentra buena parte de las instituciones médicas de tratamiento e investigación más destacadas del país.
La Ciudad de México es sede de las oficinas corporativas de muchas de las más grandes empresas y es el principal centro de negocios y servicios financieros en el país. Por su posición geográfica, es el centro de logística para la economía regional y nacional y es el sitio de vinculación con los mercados internacionales. En los últimos años la industria turística ha experimentado un auge, con un número creciente de visitantes nacionales e internacionales, que ha consolidado a la Ciudad de México como destino atractivo. La Ciudad de México dispone, además, de una infraestructura urbana que ha permitido la expansión de la actividad económica. Su condición de ciudad capital, sede de los poderes y asiento principal de la Administración Pública Federal, la convierte en un foco de atracción de actividad económica en sí misma.
Si bien la Ciudad de México es líder en muchas de las actividades más productivas en el país y genera, por tanto, alto ingresos para un núcleo de hogares, hay una gran cantidad de personas que trabajan en ocupaciones de baja productividad y bajos ingresos, que tienen condiciones de trabajo precarias que les impiden acceder a la seguridad social y a las prestaciones que marca la normatividad vigente. El crecimiento del PIB es un indicador insuficiente para evaluar el desarrollo económico y social de la Ciudad de México, y no ha logrado reducir las grandes desigualdades de ingresos y de vida de la población.
En 2019 (tercer trimestre), de una población ocupada de 4.3 millones de personas, 896 mil eran personas trabajadoras por cuenta propia y 204 mil eran personas trabajadoras, cuyos ingresos dependían exclusivamente de comisiones, propinas, destajo y honorarios. 1.8 millones de personas estaban ocupadas en micronegocios; 1.1 millones realizaban sus actividades en la vía pública o de manera ambulatoria. 1.5 millones de personas (35% del total) se ocupaban en actividades del sector informal o como trabajadoras y trabajadores del hogar (207 mil).
Condiciones de ocupación y empleo en la Ciudad de México al tercer trimestre de 2019 (por millones de personas)
Población ocupada: 4.30
Trabajadores subordinados y remunerados: 3.12
Trabajadores subordinados y remunerados con percepciones no salariales: 0.20
Trabajadores por cuenta propia: 0.90
Población ocupada en micro negocios: 1.77
Población ocupada en micro negocios sin establecimiento: 1.08
Población ocupada en sector hogares: 1.53
Trabajo doméstico remunerado: 0.21
Sector informal: 1.32
Fuente: Elaboración a partir de ENOE 2019, tercer trimestre, INEGI.
No sorprende que, en estas circunstancias, en 2019 2.4 millones de quienes tenían una ocupación (55% del total), carecieran de acceso a las instituciones de salud como resultado directo de su posición en el trabajo; además de que cerca de un millón (32%) no tuvieran prestaciones laborales distintas del acceso a las instituciones de salud, ni que una proporción similar careciera de contrato escrito de trabajo.
La Ciudad de México enfrenta la paradoja de tener el ingreso por habitante más alto del país y al mismo tiempo un nivel de ingreso bajo para amplios sectores de la población, sin acceso a instituciones de salud y a otras prestaciones. El 44% de las personas ocupadas reportan un ingreso igual o menor a dos salarios mínimos en 2019 y 28% reciben ingresos laborales menores a la canasta básica.
Las grandes desigualdades en los ingresos y en las condiciones de empleo precario de una gran parte de la población trabajadora es una muestra clara de las limitaciones e insuficiencias que tiene un modelo de desarrollo centrado en el crecimiento del producto interno bruto; un indicador que no da cuenta del bienestar de las personas ni del entorno ecológico en el que viven. Basta mencionar que en el periodo reciente, por ejemplo, el crecimiento del pib de la Ciudad de México fue superior al promedio nacional; sin embargo, lejos de aumentar, la proporción que representa el trabajo asalariado en el total de la ocupación cayó de 70 a 68%. Es decir, fue un crecimiento sin generación suficiente de empleos y la desigualdad en la distribución del ingreso laboral, medido por el índice Gini, aumentó al pasar de 0.52 a 0.54 entre 2008 y 2018.
El Plan General de Desarrollo 2020-2040 aborda las transformaciones de fondo que se requiere en la estructura productiva y de funcionamiento de la ciudad y reemplaza el obsoleto crecimiento del Producto Interno Bruto como indicador central de desarrollo y bienestar. Adopta una batería de indicadores que reflejan de manera cabal el bienestar de toda la población y las condiciones de sostenibilidad del medio ambiente para las generaciones de hoy y del futuro.
La configuración productiva, la estructura del empleo y la persistencia de patrones de exclusión adquiere dimensiones dramáticas en el caso de la desigualdad de género. La gran desigualdad de género, que afecta a más de la mitad de la población, no sólo va en detrimento de la calidad de vida de las mujeres, sino también de la ciudad en su totalidad y reduce el potencial de desarrollo de la Ciudad de México. La tasa de participación de las mujeres en la fuerza de trabajo era de 51% en 2019, muy por debajo de los hombres que era de 76%.
A la desigualdad en la participación laboral de las mujeres se suma la de ingresos. Mientras que el 22% de las mujeres con alguna ocupación en 2019 ganaba un salario mínimo o menos, este porcentaje era de 12% entre los hombres; es decir, por cada hombre que sólo ganaba hasta un salario mínimo, había dos mujeres en esta situación. Las funciones en el hogar, que desproporcionadamente recaen en las mujeres, no sólo se reflejan en la baja tasa de participación laboral femenil, sino también en una tasa de ocupación parcial casi tres veces mayor que la de los hombres (8% contra 3%).
Una tercera vertiente de la desigualdad vinculada al perfil productivo de la Ciudad de México es la desigualdad territorial. Las actividades más productivas y que ofrecen, por tanto, mayores remuneraciones se concentran en el Poniente y el Sur de la Ciudad de México, mientras que amplias áreas del Norte y sobre todo del Oriente de la ciudad carecen de fuentes de trabajo y de empleo dignos. La actividad económica se concentra en una parte muy reducida del territorio. En 2018, el 12% de la superficie urbana de la Ciudad de México concentraba el 57% de los ocupados registrados por la DENUE, y daba origen al 76% del valor agregado. En esta zona, donde se aglomeran grandes negocios próximos unos a los otros y que se le puede denominar como grandes centros económicos, las remuneraciones por trabajador fueron 1.8 veces las que se pagaron en otras áreas de la ciudad, mientras el valor agregado por establecimiento fue 14 veces superior. Más allá de estos grandes centros, la densidad de empleo es baja, a excepción de algunas otras áreas esparcidas por el territorio urbano. De manera semejante, los negocios con alto valor agregado y elevada productividad laboral tienden a concentrarse en esta zona de grandes centros económicos. Fuera de ella, la productividad y el valor agregado son bajos y dispersos.
El Plan General de Desarrollo 2020-2040 fortalece la economía local para la construcción de una ciudad policéntrica, con espacios de desarrollo económico y de bienestar distribuidos de manera equitativa en el territorio. Las políticas públicas para apuntalar la productividad y la competitividad de las micro, pequeñas y medianas empresas y los auto emprendimientos son de fundamental importancia para la construcción de una ciudad que ofrece oportunidades de desarrollo equitativo entre los territorios. De igual manera, subraya la importancia de aumentar la inversión, la ocupación y el valor agregado en las industrias creativas, intensivas en conocimiento y aquellas relacionadas con el reciclamiento y la economía circular, y el aumento de la productividad en la agricultura. Todas estas actividades tienen un valor estratégico para garantizar el dinamismo sostenido de la ciudad, que si bien no impactan el PIB como lo hacen los servicios financieros, corporativos e inmobiliarios, si contribuyen de manera importante a la creación de empleos, reducen las desigualdades y encaminan la Ciudad de México por la ruta de la sustentabilidad.
Finalmente, pero no menos importante, es la relación que guarda la actividad económica con la naturaleza. Un futuro sustentable para la Ciudad de México requiere de un patrón productivo que cuide el medio ambiente. El Plan General de Desarrollo 2020-2040 incorpora nuevos desarrollos tecnológicos de bajas emisiones de gases de efecto invernadero y un uso sustentable de los recursos naturales. Los principios de la economía circular son los pilares del crecimiento económico de la ciudad y del bienestar para sus habitantes.
La Ley del Sistema de Planeación de la Ciudad de México establece que el sistema integral de planeación en materia económica considerará, entre sus materias de relevancia estratégica, el aumento en los niveles del bienestar, la promoción de la inversión y la generación de empleos, la reducción de la pobreza y la desigualdad, el desarrollo sustentable y la promoción de la competitividad. Así mismo, entre los ejes rectores de la planeación del desarrollo, se señala el impulso al crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno, productivo y generador de bienestar, y el trabajo para todas las personas, con eficiencia económica, equidad social, sustentabilidad ambiental, prevención y reducción de riesgos, la erradicación de la pobreza y la reducción de las desigualdades, incluidas las territoriales.
Debe destacarse que este Plan tiene un carácter integral y las acciones en sus distintos ejes se retroalimentan y son necesarias para el logro de los objetivos propuestos.
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